martes, 4 de septiembre de 2012

El tesoro escondido en Boca Chica

Para César Gabriel Liriano Mieses, en su memoria. EPD, 22/1/00 - 1/9/12
Hay personas que llegan a este plano de vida a cambiar la existencia de otros para bien o para mal. Solo en momentos íntimos, sencillos y serenos es que podemos ver con los ojos del alma a criaturas especiales. Esos que nos tocan para siempre.
Moisés una de esas personas, con 12 años de edad, autista, y enfermo terminal de cáncer le ha tocado abrir muchos corazones, el mío y el de mi hija son algunos de ellos.
El pasado martes 31 de julio le invité junto a su madre y su hermanito mayor a pasar un rato divertido en la playa.
Estaba de vacaciones por unos días en Santo Domingo, visitando sus abuelos. Desde hace dos años lleva una vida agitada y me atrevería a decir injusta con el perdón de Dios, de entrada y salida a los hospitales en Nueva York. Su generosa madre consideró que era tiempo de hacer un alto y venir a descansar unos días, consciente de que su pequeño le quedaba poco tiempo de vida.
Mi hermana, que es su terapeuta y cuidadora allá en el Bronx, me pidió que procurara darle una vueltita al niño durante esos días.
No dude ni un segundo en complacerla porque conociendo lo bueno que era Moisés, quienes saldríamos gananciosas seriamos Ana Adelina y yo. Ella sabía que estaba pidiéndoselo a alguien que esta consciente de que la diferencia en su condición no hace a Moisés ni más ni menos que otros niños.

Por el contrario esta tarde, lluviosa y gris, nos fuimos rumbo a Boca Chica, éramos un grupito de lo mas salao, su madre, su hermano y Ana Adelina, mi hija, pana full de Moisés (compartieron terapia remedial con mi hermana cuando eran infantes, y son diferentes para algunos porque ambos tienen condiciones especiales).
Nos detuvimos un ratito en el supermercado a comprar algo para merendar en el camino. Cogimos carretera, al llegar allí nos instalamos como gitanos en la playa, sin buscar más confort que la propia arena. Éramos unos aventureros ni más ni menos. Instalamos nuestras pertenencias y cada quien a lo suyo.

Unos se fueron de inmediato a la playa, cuya agua cristalina estaba cálida pese a que había lloviznado. Otros jugábamos en la arena.
Moisés, en su mundo interior, jugaba feliz con la arena buscando algún tesoro escondido dado que con insistencia y persistencia hurgaba con sus manitas en los recónditos espacios de la húmeda arena. Algo buscaba y espero que lo haya encontrado porque sonreía entusiasmado.
Pasaron las horas, merendamos, charlamos, nos bañamos en las placidas aguas de Boca Chica y Moisés continuo en su búsqueda del tesoro escondido.
Llegó la hora de regresar a la ciudad. Un paseo tranquilo, sereno, sin sobresaltos. Un paseo como se lo merecía mi invitado especial. No volví a saber de Moisés hasta que el domingo mi hermana me informo que los médicos lo habían desahuciado. Agónico y adolorido pide sonriente besitos a familiares y amigos. Nunca perdió su serenidad, paz y alegría contagiosa.

Moisés, donde quieras que vayas en los próximos días, quiero pedirte que sigas buscando el tesoro escondido hasta que lo encuentres. Entiendo que en el cielo de los niños buenos y especiales como tú, hay playas como las de Boca Chica, donde jugarás en la arena dorada junto a otros niños que como tú , Dios quiere tenerlo cerca.