miércoles, 6 de febrero de 2008

Aprendizaje para la vida, despertando el ser


Educar para ser sabios


Educar designa el proceso de formación de una persona. En él entran en juego amor, enseñanza, exhortación, promesa, corrección, premios y hasta castigos. En el plano humano, educar corresponde, sobre todo, a los padres, quienes tienen la responsabilidad como grupo primario de transmitir a sus hijos enseñanza formal, aprendizaje para la vida y sabiduría.
La gran mayoría de los padres no sabe buscar un equilibrio entre estas tres premisas de la vida, se sacrifican para que sus vástagos sigan sus estudios. Si continuamos concibiendo la educación como un conjunto de habilidades e información, restando importancia a la imaginación y a los sentimientos, y qué no decir del cultivo del espíritu, nos quedaremos sin utopías.
La espiritualidad exige atención, concentración, regularidad y devoción. ¿Somos capaces como padres de transmitir esta cotidianidad para que seamos, de este modo, sus primeros modelos de comportamiento?
“Enseñanza, enseñar”, con estos vocablos el Antiguo Testamento designa la transmisión de conocimientos o habilidades de cualquier clase, pero sobre todo, designa la instrucción en la ciencia de las cosas divinas.
“En este sentido, enseñanza y sabiduría son conceptos afines. Dios es el maestro por excelencia y su enseñanza toma definitivamente cuerpo en Jesús, el Maestro, que enseña en todas partes sin descanso y con una autoridad hasta entonces desconocida. Jesús transmite a los apóstoles esta capacidad de enseñar auténticamente. El Padre como fuente y el Espíritu Santo como fuerza y luz son la garantía de esa enseñanza” (La Biblia Online).
Así como es la Biblia para los cristianos, lo es el Talmud para los judíos, el Corán para los islámicos, libros de sabiduría y dogmatismo.
Estudiar, ya fueran libros didácticos o dogmáticos, requiere de una orientación, por lo que los docentes están obligados junto a los padres a ayudar a los estudiantes a pensar, no solo a asimilar conocimientos y normativas. El ser humano para ser sabio debe aprender a discernir, y es la escuela un espacio idóneo para trascender al mero conocimiento.
Dice Fernando Savater, si tu le dices a un joven de quince años que le vas a hablar de filosofía seguro que saldrá corriendo, pero si le dices que le hablaras de la muerte, de la sociedad, de la libertad, la cosa cambia.
Es un acto de valentía que los formadores –padres y maestros- sean hábiles al hablarles a los chicos con la verdad, para que a través de la misma trascienda el conocimiento y con ello, éstos se pregunten, se cuestionen y sean capaces de dar respuestas y no permanecer en la ignorancia del ser y continuar en un mundo que cada vez se ocupa más de tener.